El fútbol es la vida

29 Jun

14 de noviembre de 2001: uno de los días más tristes de mi vida. Mientras Colombia goleaba a Paraguay 4 a 0 en el Defensores del Chaco de Asunción, en Montevideo Uruguay y Argentina empataban a un gol en una de las más vulgares noches que ha visto el deporte rey. Aquella noche ninguno de los 2 equipos del sur del continente quiso jugar fútbol.

No bastó la goleada a Paraguay en su propio terreno, no. El empate con Argentina clasificaba a los uruguayos al repechaje y Colombia volvería al país con el triunfo pero sin mundial. En el más horrendo plan, los argentinos guiñaron el ojo durante 90 minutos, se abrazaron al final con su rival y con cínicas sonrisas acabaron el sueño tricolor de regresar al torneo más importante del fútbol.

Aquella noche mi alma y mis ojos conocieron, por primera vez el llanto a causa del fútbol. Lloré, lloré mucho. Lloré sentada en el piso, le pegué al suelo con mis puños más fuertes que nunca, lloré con el llanto que suena, que ahoga, que produce la peor sensación en el pecho. Lloré con la bandera de Colombia hecha pañuelo, lloré tanto que ni mi mamá podía comprender lo que estaba pasando en mi. «No llore por maridadas» me dijo aquella noche.

Pasó aquel mundial, pasó otro y no estuvimos, de hecho pasó uno más y no, tampoco fuimos. Fueron 16 años de espera, de fracasos, de derrotas, de historias del pasado contadas con la añoranza de su grandeza. Momentos en los que me hacía la ciega, la que no quería ver ni escuchar nada sobre la Selección Colombia. Tal vez le huía al llanto de aquella noche de noviembre y no quería revivir los fantasmas de su recuerdo.

Pero el fútbol es la vida y la vida siempre nos da revanchas, siempre. La mía llegó ¡y de qué manera!

28 de junio de 2014: ninguna sensación se compara con la que produce el llanto de felicidad, de emoción, de alegría en su estado más puro. No hay sentimiento más bello. Nada es más hermoso. Bueno, si: parada de pecho, media vuelta, mirada en el arco, pelota en la izquierda sin siquiera rozar la delicada grama, tiro fulminante. El gol más hermoso que jamás habían visto mis ojos en 25 años.

13 años después de la noche en que lloré de tristeza, Colombia jugaba el paso a cuartos de final de la copa del mundo en el mítico Estadio Maracaná de Rio de Janeiro, uno de los templos más sagrados del deporte rey. ¿El rival? nada menos que Uruguay. El fútbol es la vida y la vida siempre nos da revanchas.

Con 25 años, yo, Angélica María Casallas Perea, fui testigo del momento más glorioso que jamás se haya escrito en la historia del fútbol colombiano. Por primera vez Colombia clasifica a cuartos de final en la copa del mundo y no de cualquier manera. Lo que mis ojos han visto es tal vez la mejor Selección Colombia de todos los tiempos, la que gana todos los partidos del mundial, la que golea, la que enamora a todo el mundo con su juego y hasta con su baile, la de James David Rodríguez Rubio.

El partido de ayer ha sido el más importante de mi vida y mi cuerpo lo supo desde que abrí los ojos. No había ganas de comer, los nervios se apoderaron de mi, las uñas sufrieron una que otra mordida, las manos sudaban y en el estómago se sentía el vacío que produce la ansiedad. Con el pitazo inicial el corazón parecía que se salía y más aún cuando, junto al resto del planeta Tierra, vi el surgir de la estrella más grande del fútbol colombiano: James Rodríguez. 2 goles suyos fueron suficientes para eliminar a Uruguay y pasar por la puerta grande a los cuartos de final de la copa del mundo. Colombia enloqueció y el mundo la aplaudió. El fútbol es la vida y la vida siempre nos da revanchas

Seré yo quien le cuente a mis hijos, nietos y todas las futuras generaciones con las que comparta, que vi jugar con mis propios ojos aquella selección de Pekerman, Juan Guillermo Cuadrado, a Pablo Armero, Zuñiga, Ramos, Ospina, Aguilar, Martínez, Teo, Ramos, Guarín, Quintero y todos los que hicieron parte de ese mundial que se jugó en Brasil en el 2014. Y claro, vi jugar al gran Falcao ¡ja! si él nos llevó a aquel mundial. Les mostraré fotos, periódicos y les hablaré de aquella tarde en la que el mundo se conmocionó y conoció la genialidad de James Rodríguez, el mejor 10 del planeta y quien ocupó maravillosamente el lugar que dejó el gran Pibe Valderrama a quien también conocí al final de su carrera de ensueño. Si, yo los vi jugar. Yo celebré aquella clasificación a cuartos de final. Ustedes no se imaginan cómo es Colombia unida en un sólo grito y por un solo sentimiento. Ese día las calles estaban inundadas de gente que gritaba a rabiar el nombre de su patria y ondeaba con más orgullo que nunca la bandera tricolor. Ese día los titulares de la prensa en todo el planeta tenían la palabra James en sus líneas.

Ya no será una historia ilustrada con fotografías y vídeos en blanco y negro. Hoy es un archivo de recuerdos inmensos que se quedaron en mi mente a partir de ayer y por el resto de mis días y que nunca me cansaré de contar y de revivir. Dios nos escogió a nosotros para que le contemos esta historia de ensueño a las futuras generaciones.

Gracias Selección Colombia por regalarme uno de los días más felices de mi vida. Gracias por regalarle al mundo ese juego maravilloso que nunca jamás olvidaré. Entonces, cuando en unos años su hijo le pregunte: papá o mamá ¿por qué me pusieron James David? usted le contará la historia más gloriosa que vivió el fútbol de Colombia.

La selección que quedó en la historia de Colombia para siempre

La selección que quedó en la historia de Colombia para siempre

El mejor jugador de la mejor selección Colombia de la historia

El mejor jugador de la mejor selección Colombia de la historia

Una respuesta to “El fútbol es la vida”

  1. Paulo Junior Castillo 1 de julio de 2014 a 1:19 PM #

    Verdaderamente se me aguan los ojos, entender que para otras personas igual que yo, las lagrimas que corrieron el sábado 28 de junio son las mas gloriosas de todas.

Deja un comentario